Ésta es la historia de un hombre que lo dejó todo en pos de
una leyenda. La leyenda del kelekeperre, cuyo significado es “Pájaro de los Dioses”.
Una noche tuvo una extraña visión en forma de ave fantástica que le pedía fuera en su busca.
El hombre dejó su casa, sus gentes, su tierra; abandonó su
vida tal como era hasta entonces y con sólo la imagen soñada de aquel ser alado
misterioso salió en su busca.
Vivía en la más profunda e inaccesible de las selvas; nadie contempló jamás a semejante
pájaro pero ciertamente existía. Él lo había visto en su delirante sueño y
debía encontrarlo, atender a su mandato aunque su comprensión no llegara a
alcanzar el motivo de tal petición.
Aquel hombre envejeció en su búsqueda; su pelo se tornó blanco,
sus dientes de debilitaron, sus piernas se volvieron torpes. Pero en sus ojos
siempre brilló el anhelo de encontrar el kelekeperre, el pájaro de leyenda al
que buscaba con todas sus fuerzas y tesón.
Un día, subiendo a la cima de la montaña más alta con que se encontró, le cubrió la niebla más espesa. Era tan impenetrable que
el sendero desapareció de repente. Y se deslizó ladera abajo.
Al recobrarse de la caída estaba en un valle de insólita
belleza. Todo era abundancia y frescor, riachuelos de cristalinas aguas le
conducían a una cascada que caía sobre un lago azul.
Reponiendo su sed y apetito en aquel vergel un arco iris
surcó relampagueante el cielo azul y el hombre vio al kelekeperre. Era
majestuoso y ésa fue sólo la palabra con que pudo describirlo, pues no habría
nadie que supiera decir con palabras la visión de aquel destello luminoso; sólo
en el corazón podía interpretarse la
emoción infinita que causaba el kelekeperre.
Aquel ave no se ocultó a su vista; al contrario hizo un
alarde de su vuelo increíble, largamente, tal parecía que le daba la
bienvenida.
El hombre montó su campamento a orillas del sereno lago y el
tiempo pasó.
El kelekeperre salía todos los días a su encuentro, se
columpiaba en el cielo; se escondía entre el follaje lujurioso de aquella selva
frondosa para surgir a ras del suelo y pasar ante sus ojos atónitos por tan
sorprendente visión.
Un día el kelekeperre cantó. Y los demás pájaros silenciaron
sus trinos, las hojas de los árboles se agitaron como en un baile, el sol brilló
con más intensidad; hasta el agua del río detuvo su curso y los peces se
asomaron para escucharlo.
El hombre se sintió atravesado por una felicidad y regocijo
nunca antes sentida y se sintió recompensado por tantos y tantos años de
penurias y privaciones para hallarlo.
Entonces el hombre supo que el canto del kelekeperre
fertilizaba las plantas, multiplicaba los peces y los animales, y mantenía
siempre encendida aquella primavera perpetua
que reinaba en el valle.
Una noche, la más estrellada de cuantas el firmamento pudo y
supo lucir, un dulce sueño invadió al hombre.
Y de nuevo surgió en su nebulosa el kelekeperre, agitando sus
alas multicolores y enterneciéndole con su canto celestial.
Al despertar, se encontró una muchacha a su lado. Tan bella como
nadie sabría esculpir ni pintar.
Le sonrió y le dijo que ella le había llamado en aquel su
primer sueño.
Que sabía de la bondad de su corazón, único como ningún otro
y quería vivir con un hombre tan bueno como él.
Aquella fue la unión más celebrada que el destino pudo
orquestar.
Y aquel hombre, gastado y empequeñecido por el tiempo y el
delirante viaje recobró su juventud y lozanía, y formó junto a su kelekeperre
soñada la pareja más feliz y dichosa que ningún ser que poblaba aquel idílico
lugar pudieron contemplar.
Vivieron años de felicidad inmensa y gozosa. Pero un día la
fatalidad en forma de nostalgia creció en el corazón del hombre y le pidió a su
kelekeperre que le acompañase a su mundo anterior. La tristeza empañó a la
joven y la llenó de zozobra y temor.
Le dijo que si abandonaba aquel lugar moriría. Pero el hombre
no la creyó e insistió tanto que ella, tan grande era el amor que sentía por él, que un día accedió.
Y el kelekeperre viajó al mundo del cemento, de la esclavitud
del reloj, al aire negro, al cielo sin
estrellas.
Y un aciago día aquel
hombre, creyendo que sus ojos le mentían, descubrió el cuerpo del pájaro, de su amada kelekeperre
sin vida.
Y fue tan agudo su dolor y su culpa que quien los descubrió
encontró a dos kelekeperres juntos, ala sobre ala, pico sobre pico, mirada
perdida en la otra mirada.
Pero la leyenda del pájaro kelekeperre, el “Pájaro de los
Dioses” no termina aquí.
Una mañana, cuando el sol empezaba a pintar de luz el verde
de la selva, dos arco iris surgieron de una nube blanca.
Magníficos, soberbios en su hermosura sin igual, serenos y
generosos en su trino, maravillando hasta el último rincón de aquel paradisíaco
lugar.
Y doy fe de ello. Y quizá quien lea mi relato crea que todo
es una leyenda.
Que hasta yo mismo forme parte de ella. Que no sea real que esté ahora mismo al lado
de mi kelekeperre querida, deslizándome graciosamente en el tibio aire de este
amanecer ala sobre ala, pico sobre pico
admirando las gemas que son sus ojos……
- - - - - - - - - - - - - - -
Extraordinaria historia de amor que pena que las personas no las podamos disfrutar igual.
ResponderEliminarComo el ave fénix que renace de sus cenizas así es la historia renovadora, emocionante y sentimental al querer alcanzar lo inalcanzable, al querer tener lo soñado y anhelado. En la esperanza, la fuerza y el sentimiento se encuentra lo deseado como la bonita historia que nos deja.
ResponderEliminarHay muchas formas de amor,en tu historia lo dices.
ResponderEliminarEl que persigue un sueño a veces imposible, el que después de mucho tiempo lo consigue y el que teniéndolo lo desperdicia.
Pero no todo está perdido,el amor se halle donde se halle todo lo envuelve.
Con que sentimiento y deseo ha salido de tu pluma y de tu corazón está bonita leyenda de amor.
ResponderEliminarQue emocionante final para un relato lleno de ternura y que como ese pájaro se eleva a lo mas alto
Me quedo con el lugar estrellado, donde el ruido no existe, donde el alma se llena de amor y de paz.
ResponderEliminarMuy bonita la historia!