Nita era una
niña que se salía de lo normal. Aparentemente su aspecto era corriente. Tenía
una cara redonda, de mofletes sonrosados y esa expresión bondadosa e ingenua
que tienen las niñas a su edad. Era más
alta de lo que correspondía a sus años y por ello su figura era algo
desgarbada, sus extremidades eran demasiado largas en proporción al resto del
cuerpo.
Se podía
decir que era agraciada, aunque como todo en ella estaba en transformación no
podría decirse si iba a ser guapa o no. El pelo era capítulo aparte, lo tenía
verdaderamente bonito, una larga melena de color negro azabache que enmarcaba
unos ojos verdes diluidos en un poquito de gris oscuro. Como contrapunto una graciosa naricilla
respingona.
En su casa
era la desesperación de sus padres, especialmente de su madre.
No la ayudaba
para nada en las tareas del hogar, ni tan siquiera tenía ordenada su
habitación. Era una leonera total, casi no
se podía entrar del caos que existía.
Vivian en las
afueras del pueblo, en el campo. No ordeñaba las vacas, ni las cabras. Tampoco
les ponía heno ni las sacaba a dar una vuelta. Cuando no la veía su padre hasta
cogía una piedrecilla y se la tiraba al gato para que saliera corriendo del
susto. O entraba chillando en el gallinero para espantar a los gallos y las
gallinas.
Solamente
comía torta de tomate y bebía leche. Nunca
fruta, era incapaz de probar una manzana, una pera, ni tan siquiera un
dulce plátano. Ni comerse un cocido ni un estofado de ternera.
Se vestía con
cualquier trapo gastado de sus hermanas mayores y llevaba unas simples
zapatillas.
Se llevaba
fatal con sus hermanos, se volvía como
un puerco espín, no podían acercarse a ella.
En el colegio
era también un caso muy singular. No obedecía a los maestros;
desobediente, iba a su bola sin prestar
atención en las clases. Según un test que le hicieron era inteligente y lista pero no le daba la gana de saber más que lo justo
para que no la echaran del colegio.
Sus padres
habían ido muchas veces a hablar con los profesores, hasta incluso con el
director del colegio, que les puso al corriente de la actitud pasota e
indiferente de su hija Nita. No se identificaba con ninguna compañera de clase,
no tenía amigas ni participaba en los juegos comunes en el patio. Poco a poco
la fueron dejando de lado. O quizá fue ella la que se fue a un rincón sin
querer saber nada de nadie.
Después de
las entrevistas con el director los padres le armaban la marimorena, qué iba a
ser de ella el día de mañana, ningún chico se le acercaría y cosas por el
estilo.
Nita asentía
a todo prestando mucha atención pero como si nada. Luego todo seguía igual.
………………………….
Como todas
las noches después de comerse su pedazo de torta y beber su leche, se fue a la
orilla del río que pasaba por allí. Sus padres no querían que fuera a ese
sitio. A veces rondaba algún extraño y podía darle un buen susto. Como a Nita
el extraño le traía sin cuidado la asustaban diciéndole que merodeaba un lobo
hambriento que se había comido un gallinero entero. Y era cierto Pero también el feroz cánido le preocupaba un
comino.
Así que se
sentó en la orilla y se puso a mirar el discurrir del agua. De vez en cuando
saltaba alguna rana y chapoteaba en el agua salpicándola.
Pero lo que
más le gustaba era ver las estrellas. Cuantas veces quiso contarlas no pudo.
Eran bonitas. Y brillaban en la negrura del cielo. Parecían iguales pero Nita
descubría una intensidad diferente en cada una de ellas. Se embobaba y terminaba con dolor de cuello al mirarlas
tanto tiempo con la cabeza levantada.
La luna se
reflejaba en el río. Y hasta las estrellas, de tan tranquila que era la
corriente. Por eso vio tan claramente la cara del lobo que estaba a su lado.
Tenía una cabeza grande y los dientes le sobresalían de la boca.
Nita no se asustó.
- Hola, lobo.
– le dijo tranquilamente.
El animal
abrió su boca para dar un gran bostezo y no se supo si fue por aburrimiento o
por hambre.
- Siéntate
conmigo, lobo. Siempre estoy sola y me vendrá bien tu compañía. Mira hacia
arriba. Te presento a Orión, a Pegaso, a la Osa Mayor, a la Menor, a todos los habitantes del Cielo. Mira qué bonitas son las estrellas, no hay nada
igual.
El lobo apoyó
sus patas traseras en la hierba y miró hacia el infinito. Sus ojos se le
agrandaban por momentos.
Ciertamente
formaban una estampa de lo más insólita. Una inocente niña y un enorme y
pavoroso lobo, extasiándose en la contemplación de los astros. Nita acariciaba
la cabeza del lobo y éste gruñía complacido.
Y si aquello
era sorprendente todavía lo fue más aquel resplandor que surgió ante sus ojos y les vino a su
encuentro.
Era una bola
gigantesca de color anaranjado y cayó justo al lado de donde estaban. Todo fue
tan repentino que no tuvieron tiempo de sobresaltarse.
Descubrieron
un hoyo muy hondo del que salía humo y olía a chamuscado.
Nita y el lobo se asomaron y oyeron unos gemidos.
- ¡Ayudadme a
salir de aquí! – sonó una voz allá abajo.
Nita alargó
la mano a tientas, tenía medio cuerpo dentro del hoyo mientras el lobo la
sujetaba del vestido con los dientes.
Al dar con
algo que parecía una mano tiró con todas sus fuerzas hacia arriba. El lobo
también hizo un gran esfuerzo, y al fin consiguieron sacar aquello a la
superficie.
Lo que vieron
les dejó boquiabiertos. Era una mezcla de gallina Caponata y Espinete,
aunque no tenía una forma bien definida,
era algo raro y soltaba chispas de colores. Tenía un tamaño parecido al de la
niña.
- Hola – dijo
aquella cosa- me llamo Boly y vengo de un sitio muy lejos.
¿Quiénes sois
vosotros? No os parecéis en nada.
- Me llamo
Nita y él es un lobo. ¿Cómo has venido hasta aquí? ¿Eres un marciano? Menudo susto nos has dado.
- No sé qué
es un marciano. Vengo de Perolandia, y
me he ido de casa, ya no quiero vivir más allí.
- Qué
tontería, irte de casa, con lo bien que se está, tus padres siempre pendientes
de ti.
- Me he ido
porque soy pequeño y nadie me hace caso, por más que hablo no me escuchan. Y
porque soy muy feo, soy horrible.
Nita y el
lobo lo miraron detenidamente. No se parecía en nada a ellos, desde luego.
Tenía dos ojos que según movía la cabeza en qué dirección se tornaban en
cuatro, o en seis, era curioso. Cada uno de un color distinto. Vistos uno a uno
eran bonitos, brillaban. Las manos eran como manoplas y tenía dos orejas, eso
sí.
- Decidme
dónde estoy –preguntó Boly- me subí al cohete y salió disparado sin saber
adónde iba.
- Estás en la
Tierra, donde vivimos el lobo y yo; bueno, mi familia y todo el mundo –explicó
Nita
- Pues está
todo muy oscuro, no sé si os habéis dado cuenta.
- ¿Eres bobo,
no ves que es de noche?
- No sé qué
es la noche, y qué es un bobo. No entiendo nada de la Tierra
Nita se armó
de paciencia y le puso al corriente poco
a poco de cómo era todo; que cuando
estaba oscuro se llamaba noche y cuando había luz era el día. Y que un bobo era
alguien que no se enteraba de las cosas.
- Pues en
Perolandia siempre hay luz, nunca es de noche. Y no soy un bobo, estudio el
quintenio y pronto el sentenio. Conozco
los espacios siderales, las cuadraturas de los círculos y los alipios de Marte.
Y llevo analizado el quasar de Andrómeda. Y las matemáticas de triple factor no
tienen secretos para mí.
- Vaya
palabras que te gastas –se decidió a hablar el lobo- nos has dejado a cuadros.
Y soltó una
risita entre sus fauces. Pero se había hecho muy tarde y Nita y el lobo
escondieron a Boly en el mismo agujero cubriéndolo con ramas prometiéndole
volver a la noche siguiente.
- - - - - - - - - - - -
La noche
después encontraron a Boly fuera del agujero y apenas los vio les dijo que
tenia mucha hambre, que le trajeran algo. Así que Nita consiguió de la nevera lo que pudo; una manzana, dos peras. un
plátano y restos de alubias con chorizo y medio plato de macarrones que habían
sobrado.
Al pequeño
Boly le salio de la cabeza una especie de bandejita y depositó allí los alimentos; primero las alubias, luego el
plátano y después lo otro.
Y conforme le
entraban los alimentos se oía como una especie de musiquita, era de lo más
curioso.
- Mmmm, nunca
he comido nada tan delicioso, en Perolandia no tenemos esta comida tan sabrosa.
Quiero más, traedme toda cuanto podáis.
- Ahora es
muy tarde, Boly, mañana volveré a
traerte más, vale?
- Y vosotros,
¿qué estudiáis? ¿Ya sabéis matemáticas y aritmética, historia, habláis en varias
lenguas como yo?
La niña y el
lobo se miraron sin saber qué contestar, pero el lobo dijo:
- Yo soy un
lobo y los lobos nunca fueron a la escuela, de pequeños nos enseña nuestra
madre a obedecer al jefe de la manada y a cazar conejos y liebres, perdices, y
todos aquellos animalillos que pueden servirnos de sustento. A buscar agua y
sobre todo a resguardarnos del hombre que nos considera su enemigo y al que
solamente nos acercamos para visitar sus gallineros y rebaños cuando nos
aprieta el hambre y no podemos más.
Boly esperó
la respuesta de Nita. Ésta pensaba la contestación.
- Voy a la
escuela y aprendo cosas.
- ¿Qué son cosas?
Nita bajó la
cabeza. No supo decirle las cosas que sabía. Y Boly entendió.
- No tienes
estudios, Nita, no sabes lo que hay que saber. Las demás niñas estarán más
adelantadas que tú, verdad? No conoces
las Matemáticas, la Gramática, y no hablas idiomas, a que no?
Nita estaba
avergonzada. En pocas palabras le había dicho que era una ignorante. Y eso le dolía.
- Nita, no
quise ofenderte, nadie nace enseñado. Pero hemos de aprender muchas cosas para
valernos por nosotros mismos y movernos por este mundo tan complicado y ser
útiles a los demás. Pero podríamos hacer una cosa, Nita: te enseñaré las cosas
que no sabes y yo aprenderé a cocinar las comidas tan sabrosas que me traes, vale?
A Nita le
gustó la idea y al día siguiente la pusieron en práctica. Boly demostró ser un
maestro tan bueno y paciente que la niña sin darse cuenta fue adquiriendo los
conocimientos que no había asimilado en la escuela.
En el colegio
armó la revolución, fue el asombro de los profesores. De repente Nita sacaba
muy buenas notas y nadie encontraba
explicación a este hecho tan singular. Cuando salía a la pizarra dejaba a sus
compañeros con la boca abierta. Y estaba siempre tan contenta que formaba parte
de los corros de los demás niños, era la primera en apuntarse a los juegos.
En casa su
madre no podía dar crédito a aquel cambio. Se ocupaba de los animales del
establo, ordeñaba las vacas y cabras y las sacaba al prado. Y, lo más
sorprendente, le entraron de repente
ganas de aprender a cocinar y apuntaba todas aquellas recetas que su madre
guisaba para ponerlas en práctica; hacía
tortilla de patatas, freía calamares, pollo al chilindrón, poco a poco
adquirió práctica.
Pero ocurrió
un hecho sorprendente: por primera vez en su vida Nita probó y degustó todas
aquellas comidas que hacía su madre. El causante fue Boly; le gustaban tanto las comidas que la niña le
llevaba y se relamía tan a gusto, que Nita sintió curiosidad y luego envidia
viéndole comer. Comprendió cuántos sabores y cosas buenas había pasado por
alto.
Pero también
el lobo se benefició de las enseñanzas de ambos. Aprendió Álgebra, Sintaxis, inglés, y nociones de francés, hasta cómo hacer un rico ajoaceite y un
bizcocho.
Formaban un
equipo muy compenetrado y las horas que estaban juntos pasaban volando. Pero a
Nita algo le daba vueltas y se lo dijo a Boly.
- Y tú, Boly,
¿por qué te fuiste de tu planeta abandonando tu casa?
- Ya os lo
dije; soy muy pequeño, todos me avasallan y nadie me hace caso. Además,
miradme, ¿no veis lo feo que soy ?
Horripilante.
- Boly,
tienes alguna foto de tu familia? Me gustaría conocerlos.
- Haré algo
mejor que enseñaros una foto. Mirad……
De uno de sus
ojos salió un rayo de luz y apareció
como una pantalla de televisión gigante en 3D, daba la sensación de que
formaban parte de la escena. Nita y el lobo vieron imágenes de Boly con su
familia. Eran unos seres muy altos, de colores fosforescentes y extremadamente
hermosos y fantásticos. Desde luego Boly tenía razón, era muy pequeño a su lado
y nada agraciado en comparación con sus progenitores y hermanos.
Nita se dio
cuenta enseguida por la situación que pasaba Boly.
- Boly, creo
que ya sé por qué eres tan pequeño y te ves tan desagradable.
- ¿Sí? No me
digas……
- Es muy fácil
saber por lo que estás pasando. Sólo contéstame a una pregunta, Boly: cuando
naciste tus hermanos eran tan grandes como ahora?
- Sí, claro,
eran así de altos y bien formados, y yo era una birria a su lado, aunque ahora
no soy tan pequeño como entonces.
- Pues ahí
está la clave de todo, no te das cuenta? Tú eres como el protagonista de un
cuento que me leían de pequeña y se llamaba “El patito feo”. Era muy pequeño y
negro, no llamaba la atención para nada. Y cuando creció se convirtió en lo que
era, un bellísimo cisne que causaba la admiración. Así, Boly, conforme pase el
tiempo, te harás alto y atractivo como tus padres y hermanos, lucirás esos
colores tan brillantes y sorprendentes, y tendrás sólo tres ojos y no cinco o
seis como ahora. Y tus piernas serán más largas y tus manos más grandes y tu
voz más bonita.
No eres feo,
Boly, serás guapo y causarás admiración. Ahora estás creciendo, tienes que
pasar por esta etapa.
- ¿Quieres
decir que dejaré de ser pequeño y con seis ojos? ¿Que tendré los colores de mis
hermanos?
- Claro,
Boly, ya lo verás.
El rostro se
le iluminó de repente al pequeño perolandio y
algo que parecían lágrimas asomó por sus múltiples ojos.
El lobo, que
había permanecido callado todo el rato, apoyó una de sus patas en Boly y con afecto
le dijo:
- Quiero que
sepas, Boly, que eres lo más de lo más, nunca conocí a nadie tan increíble como
tú. Eres gracioso, leal, ocurrente, divertido, y aun siendo pequeño y con seis
ojos resultas bonito y atractivo, de verdad.
- Gracias,
lobo, tu sinceridad me conmueve. Me gustaría que conocieras mi mundo, allí no
tendrías que perseguir conejos ni
gallinas.
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Después de
pasado un tiempo, llegó la hora de separarse. Había sido un tiempo de diversión, de sorpresas, pero también de aprendizaje
y sobre todo de feliz y afectuosa amistad.
Nita aprendió
a través de Boly y el lobo a relacionarse con los demás abandonando su
individualidad y participar de lleno en su vida familiar.
Boly recuperó
la confianza en sí mismo y se dio cuenta que no importa el tamaño ni el físico
de cada uno, que lo primordial es lo que llevamos dentro y compartimos con los
demás.
El lobo
descubrió que estaba a gusto con los humanos y tenían buenos sentimientos y que
existían seres y mundos tan extraordinarios como Boly
- - - - - - - - -
Todavía Nita
sigue mirando las estrellas cada noche. Queda extasiada por tanta inmensidad y
belleza. Y ella, y nadie más que ella, es capaz de oír el aullido de su inolvidable
y querido lobo que le llega desde el
otro rincón del universo.
Y una lágrima
más dulce que la miel resbala por su
mejilla sonrosada….