jueves, 21 de mayo de 2015

La cita





Te vi salir del coche en dirección a la cafetería donde yo estaba. Habíamos quedado en vernos. Después de tanto tiempo. Me puse a pensar en los motivos por los que dejamos de vernos. Nunca supimos si fue porque terminó el amor o porque nunca llegamos a sentirlo como hubiéramos deseado.
Ibas tan elegante como te recodaba. Un traje chaqueta beige, botas altas de piel oscura y una boina color berenjena ladeada a la izquierda sobre tu pelo rizado. Tu inconfundible perfume de Allure invadió mi olfato gratamente.
Nos dimos un leve beso en la mejilla y pedimos un café. Me miraste largamente, evaluando quizá los cambios en mi imagen que  el tiempo transcurrido hubiera obrado en mi, en contra o a favor, no podía saberlo.
Yo te encontré igual de atractiva como siempre;  tus mejillas sonrosadas y ese lunar gracioso cerca de tus labios que me gustaba besar.
- Ha pasado tiempo, Vicente.
Lo dijiste, o así creí,  como un velado reproche, como si yo hubiera propiciado ese paso inexorable del calendario.
- Parece que fue ayer, Ángeles, cuando en  este mismo sitio nos dimos un paréntesis, o un adiós, no sé qué fue en realidad.
- No sabía  si venir o no, lo pensé muchísimo, Vicente, esa es la verdad.
- Yo sí quería verte de nuevo -afirmé tomándote las manos- Nada he deseado más en todo este tiempo.
Mis palabras te confundieron un poco, contrajiste levemente tu expresión.
-¿Sí? ¿Por qué?
Esbocé una sonrisa y te  entregué lo que llevaba preparado.
Soltaste una exclamación de sorpresa cuando deposité en tus manos el ramillete de flor de azahar.
- ¡Todavía te acuerdas, Vicente! -exclamaste  emocionada.
- Nunca olvidé ni olvido  que es tu flor proferida, Ángeles, está recién cogida para ti.
No pudiste evitar unas lágrimas y me conmoví intensamente  cuando tus ojos color miel se posaron en los míos.
- ¿Todavía está...ese árbol? -lo dijiste anhelante, como si mi respuesta fuera crucial para ti.
- Sí, Ángeles, sigue en el mismo sitio y te aseguro que es el naranjo más grande y más hermoso que  la huerta valenciana contempló jamás.
- Pensé que lo habías podado, que no estaría.
Ciertamente la emoción me embargaba al contemplarte.
- Jamás haría tal cosa,; Ángeles.  Bajo sus ramas repletas de azahar, aquella tarde de primavera, te declaré mi amor.
Mi corazón palpitó fuertemente recordando aquellos momentos junto a ti, cuando grabé nuestros nombres dentro de un  corazón .
- ¿Recuerdas cuando me enseñaste tu naranjal y descubrí la flor de azahar? Desde entonces es mi perfume preferido, Vicente.
Una dulce nostalgia embellecía tu rostro,  si cabe,  todavía más. Traslucías en tu modo de mirarme ese pasado no tan lejano que pasamos juntos, esos atardeceres rodeados de naranjos y embriagados de azahares, en el silencio y la quietud de ocasos inolvidables.
- ¿Sabes, Vicente? Me gustaría ver nuestro árbol, ese corazón con nuestros nombres, aspirar el aroma sutil de la flor blanca de tus azahares. Recordar de nuevo tantas cosas...
El corazón brincaba en mi pecho de la emoción al oírte aquellas palabras.
- ¿Sí, Ángeles, sí?
- Sí, Vicente. ¿Tanto te extraña?
- Imaginé  que...
-Muchas veces pienso qué nos pasó para separarnos todo este tiempo.
Te quedaste  mirándome  fijamente, como si trataras de adentrarte en mis pensamientos.
- Cuando aceptaste vernos pensé que mis oraciones habían sido escuchadas, que se producía el milagro que esperaba.
Reíste entonces con tu sonrisa inigualable y tomaste mis manos.
- ¿Tan poco confiabas  en tu poder de convicción sobre mí, Vicente?
Volviste  a sonreír y me premiaste acercando su rostro al mío para rozar levemente mis labios con los tuyos, sin llegar a besarme.
- Me pregunto si seríamos capaces de empezar donde lo dejamos o  deberíamos comenzar de nuevo.
A lo lejos, la  sirena de un barco anunciaba su entrada al puerto. El sol estaba en lo más alto y la superficie del agua brillaba intensamente.
- ¡Cuánto tiempo sin ver el mar, Vicente! -dijiste contemplándolo- Lo echaba de menos.
- ¿Tan tierra adentro has estado, Ángeles?
Tenía un  nudo en la garganta, en su ausencia siempre me pregunté qué habría sido de su vida, si estaría en otros brazos.
 - Siempre he sido sincera, nunca oculté mis dudas ni fingí nada.  Sabes que fui yo quien propuso un tiempo de reflexión;  tú no querías pero era lo mejor en ese momento. Soy mucho más reflexiva que tú y he madurado y llegado a algunas conclusiones  alejada de ti. Ahora estoy segura del todo en muchos aspectos y me conozco mucho más a mí misma.
Era verdad  cuanto decías, recuerdo que me costó mucho aceptarlo.
- No me importa que tu ego sufra un subidón si  te digo que estaba tan  llena de ti  que nadie hubiera tenido el menor resquicio para entrar en mi vida.
 Estaba impresionado y emocionado escuchándote.
- Estabas...-dije,  no obstante.
- Y lo sigo estando, Vicente, llena de ti, por eso he vuelto. Porque tu perfume de azahar siempre fue y será el mío y nunca olvidé el verde de tus campos ni la brisa de tu mar azul.
Te diste cuenta de que temblaba. De  alegría y felicidad. Posaste tus cálidos labios en los míos y nos besamos. Y en un susurro que me supo a gloria me dijiste...
- Anda, llévame cuanto antes a tus  naranjos. Y cúbreme de  azahar... de besos...y de tu amor que deseo tanto...

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1 comentario:

  1. Hay amores que nunca terminan, no pueden con ellos ni el tiempo ni la distancia porque son verdaderos.
    Y como el perfume de la flor de azahar penetran en ti y no te abandonan jamás.
    Es una maravillosa historia de amor que me hace soñar.

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