Te vi salir
del coche en dirección a la cafetería donde yo estaba. Habíamos quedado en
vernos. Después de tanto tiempo. Me puse a pensar en los motivos por los que
dejamos de vernos. Nunca supimos si fue porque terminó el amor o porque nunca
llegamos a sentirlo como hubiéramos deseado.
Ibas tan
elegante como te recodaba. Un traje chaqueta beige, botas altas de piel oscura y
una boina color berenjena ladeada a la izquierda sobre tu pelo rizado. Tu
inconfundible perfume de Allure invadió mi olfato gratamente.
Nos dimos un
leve beso en la mejilla y pedimos un café. Me miraste largamente, evaluando
quizá los cambios en mi imagen que el
tiempo transcurrido hubiera obrado en mi, en contra o a favor, no podía
saberlo.
Yo te
encontré igual de atractiva como siempre; tus mejillas sonrosadas y ese lunar gracioso
cerca de tus labios que me gustaba besar.
- Ha pasado
tiempo, Vicente.
Lo dijiste, o
así creí, como un velado reproche, como
si yo hubiera propiciado ese paso inexorable del calendario.
- Parece que
fue ayer, Ángeles, cuando en este mismo
sitio nos dimos un paréntesis, o un adiós, no sé qué fue en realidad.
- No
sabía si venir o no, lo pensé muchísimo,
Vicente, esa es la verdad.
- Yo sí
quería verte de nuevo -afirmé tomándote las manos- Nada he deseado más en todo
este tiempo.
Mis palabras
te confundieron un poco, contrajiste levemente tu expresión.
-¿Sí? ¿Por
qué?
Esbocé una
sonrisa y te entregué lo que llevaba
preparado.
Soltaste una
exclamación de sorpresa cuando deposité en tus manos el ramillete de flor de
azahar.
- ¡Todavía te
acuerdas, Vicente! -exclamaste emocionada.
- Nunca
olvidé ni olvido que es tu flor
proferida, Ángeles, está recién cogida para ti.
No pudiste
evitar unas lágrimas y me conmoví intensamente cuando tus ojos color miel se posaron en los
míos.
- ¿Todavía
está...ese árbol? -lo dijiste anhelante, como si mi respuesta fuera crucial
para ti.
- Sí, Ángeles,
sigue en el mismo sitio y te aseguro que es el naranjo más grande y más hermoso
que la huerta valenciana contempló jamás.
- Pensé que
lo habías podado, que no estaría.
Ciertamente
la emoción me embargaba al contemplarte.
- Jamás haría
tal cosa,; Ángeles. Bajo sus ramas
repletas de azahar, aquella tarde de primavera, te declaré mi amor.
Mi corazón
palpitó fuertemente recordando aquellos momentos junto a ti, cuando grabé
nuestros nombres dentro de un corazón .
- ¿Recuerdas
cuando me enseñaste tu naranjal y descubrí la flor de azahar? Desde entonces es
mi perfume preferido, Vicente.
Una dulce
nostalgia embellecía tu rostro, si cabe,
todavía más. Traslucías en tu modo de
mirarme ese pasado no tan lejano que pasamos juntos, esos atardeceres rodeados
de naranjos y embriagados de azahares, en el silencio y la quietud de ocasos
inolvidables.
- ¿Sabes,
Vicente? Me gustaría ver nuestro árbol, ese corazón con nuestros nombres,
aspirar el aroma sutil de la flor blanca de tus azahares. Recordar de nuevo
tantas cosas...
El corazón
brincaba en mi pecho de la emoción al oírte aquellas palabras.
- ¿Sí,
Ángeles, sí?
- Sí, Vicente.
¿Tanto te extraña?
-
Imaginé que...
-Muchas veces
pienso qué nos pasó para separarnos todo este tiempo.
Te quedaste mirándome fijamente, como si trataras de adentrarte en
mis pensamientos.
- Cuando
aceptaste vernos pensé que mis oraciones habían sido escuchadas, que se
producía el milagro que esperaba.
Reíste
entonces con tu sonrisa inigualable y tomaste mis manos.
- ¿Tan poco
confiabas en tu poder de convicción
sobre mí, Vicente?
Volviste a sonreír y me premiaste acercando su rostro
al mío para rozar levemente mis labios con los tuyos, sin llegar a besarme.
- Me pregunto
si seríamos capaces de empezar donde lo dejamos o deberíamos comenzar de nuevo.
A lo lejos,
la sirena de un barco anunciaba su
entrada al puerto. El sol estaba en lo más alto y la superficie del agua
brillaba intensamente.
- ¡Cuánto
tiempo sin ver el mar, Vicente! -dijiste contemplándolo- Lo echaba de menos.
- ¿Tan tierra
adentro has estado, Ángeles?
Tenía un nudo en la garganta, en su ausencia siempre
me pregunté qué habría sido de su vida, si estaría en otros brazos.
- Siempre he sido sincera, nunca oculté mis
dudas ni fingí nada. Sabes que fui yo
quien propuso un tiempo de reflexión; tú
no querías pero era lo mejor en ese momento. Soy mucho más reflexiva que tú y
he madurado y llegado a algunas conclusiones
alejada de ti. Ahora estoy segura del todo en muchos aspectos y me
conozco mucho más a mí misma.
Era
verdad cuanto decías, recuerdo que me
costó mucho aceptarlo.
- No me
importa que tu ego sufra un subidón si
te digo que estaba tan llena de
ti que nadie hubiera tenido el menor
resquicio para entrar en mi vida.
Estaba impresionado y emocionado escuchándote.
-
Estabas...-dije, no obstante.
- Y lo sigo
estando, Vicente, llena de ti, por eso he vuelto. Porque tu perfume de azahar
siempre fue y será el mío y nunca olvidé el verde de tus campos ni la brisa de
tu mar azul.
Te diste
cuenta de que temblaba. De alegría y
felicidad. Posaste tus cálidos labios en los míos y nos besamos. Y en un
susurro que me supo a gloria me dijiste...
- Anda,
llévame cuanto antes a tus naranjos. Y
cúbreme de azahar... de besos...y de tu
amor que deseo tanto...
- - - - - - - -
- -
Hay amores que nunca terminan, no pueden con ellos ni el tiempo ni la distancia porque son verdaderos.
ResponderEliminarY como el perfume de la flor de azahar penetran en ti y no te abandonan jamás.
Es una maravillosa historia de amor que me hace soñar.