sábado, 22 de enero de 2022

Gametos



La doctora Gina llevaba buena parte de la mañana con la vista puesta en el visor del microscopio electrónico de última generación que reposaba sobre su mesa de trabajo. Doctora en Ginecología, Embrióloga y experta en Biotecnología de la Reproducción Humana Asistida, no acabada de dar  crédito a cuanto veía a través de la lente Leica del aparato.

De los millones de espermatozoides de que disponía para fecundar el óvulo femenino, sólo unos pocos fueron escogidos por reunir las mejores cualidades para inseminar a su paciente. Entre todos y desde el primer instante, destacó uno de ellos en la carrera por alcanzar el gameto femenino.

Laura, la joven que aspiraba a ser madre tras muchos fracasos por serlo, había acudido a ella como último recurso por  su dilatada experiencia y éxitos en la inseminación  artificial femenina.

Tras conocer a la joven, Gina dejó otros proyectos en marcha para dedicarse en cuerpo y alma a lograr que Laura llegase con todas las garantías de éxito a la maternidad que tanto ansiaba.

Resultaba incomprensible que el espermatozoide campeón en la carrera por alcanzar el óvulo femenino permaneciera frente a él sin intentar atravesar la membrana vitelina. Un comportamiento extraño, desde luego, nunca había observado este proceder  en esos momentos tan cruciales.

La Dra. Gina llevaba largo tiempo observando el hecho y manipulando las  pinzas de precisión con sumo cuidado sin obtener el menor resultado. El gameto masculino ni se inmutaba, era imposible cambiara de posición lo más mínimo. No sabía qué pensar, no tenía ninguna referencia al respecto  de que ello pudiera suceder.

"Vamos, vamos ¿a qué esperas para fecundar el óvulo de una vez?" -pensó para sus adentros.

Casi al instante, surgió aquella expresión: "No voy a entrar en el gameto femenino"

La Dra. tuvo un sobresalto. ¿Quién había contestado a su pregunta? Miró en derredor. No había nadie más que ella en el despacho. No tuvo la menor duda de que en su lúcida mente constaba que alguien respondió.  

"¿Quién eres y dónde estás? formuló  su cerebro de inmediato.

- Soy el gameto que ves en el microscopio y estoy delante de ti.

Aquello  fue demasiado para la Dra.Gina, Algo no iba bien. Se levantó del asiento y  dio unos pasos por su amplio despacho para serenarse y poner sus ideas en orden. Poseía una mente analítica en plenas facultades que nunca la había traicionado y por lo tanto aquello que le ocurría no podía estar pasando. En síntesis; a cada pregunta que su cerebro creaba, surgía una respuesta a la misma.

Volvió a tomar asiento con al ánimo más calmado con la intención de seguir con aquel desvarío mental que estaba sufriendo  y llegar al fondo del mismo.

- Me llamo Gina y soy Doctora en Reproducción humana asistida y ahora mismo…

- Sé quién es usted y qué es lo que pretende, -atajó sin contemplaciones ése ente misterioso que iba tomando  carta de naturaleza en su raciocinio.

Inspiró fuerte  y se dispuso a llevar la situación hasta las últimas consecuencias del mejor modo posible. Fuera real o no cuanto sucedía, estaba segura de que dentro de su cerebro alguien o algo desconocido respondía a sus preguntas.

Era algo fuera de lo común pero estaba sucediendo. Se aventuró a pensar que se trataría  del subconsciente, esa zona al límite máximo de la conciencia todavía en estudio.

- ¿Por qué no quieres inseminar a mi paciente? No podemos estar así, el óvulo de Laura no puede esperar por más tiempo y..-

- Usted puede esperar lo que quiera pero ya tomé mi  decisión.

Era una situación delirante, absurda e irracional; hacerse preguntas en su cabeza  y contestarse a ella misma. - pensó la Dra.Gina

- Dime por qué razón no quieres que vea la luz una nueva vida.

- ¿Qué clase de nueva vida sería ésa en un mundo que va camino de la extinción,  destruyendo la Naturaleza y poblado de gentes egoístas y crueles sin el menor escrúpulo? No, no quiero contribuir a que nazca un niño y sea un infeliz y sufra hambre y todo tipo de penalidades. Me niego.

- Has pintado un mundo catastrófico que no se corresponde con la realidad; hay gente buena y generosa que lucha por preservar el planeta y ama a sus semejantes.

Era una locura todo aquello, ¿Estaba en sus cabales realmente? Porque no estaba muy segura de ello.

- Nacerías en un hogar donde ansían tener un hijo y harías inmensamente feliz a una  madre que está esperándote con toda la ilusión, la esperanza, y la fe de que es capaz su corazón.  No malogres tan bello y hermoso deseo, te lo suplico.

- Claro, sería con el tiempo un buen chico en el mejor de los casos;  o tal vez un adolescente que fumaría porros y consumiría drogas influenciado por malas compañías que no sacaría rendimiento en la escuela.

- Pero eso tú no lo sabes - dijo la Dra.Gina

- Y sin estudios no encontraría trabajo y me metería en problemas acabando como un delincuente, en la cárcel posiblemente.

En otro escenario,  podría ser un mercenario sin escrúpulos en un país en guerra, matando y destruyendo todo a mi paso, igual llegaba a dictador.

- ¡Basta ya, gameto masculino, espermatozoide desconsiderado¡ -exclamó la Dra.  indignada-

- ¡No has dicho más que sandeces¡ ¿De veras crees que llegarías a ser ese abominable personaje, ése cruel individuo?

-  ¿Por qué no, Dra.Gina?  ¿Acaso los grandes tiranos y dictadores, los asesinos en serie, los personajes más crueles no fueron  dulces niños en su infancia, personas normales y corrientes que no presagiaban las atrocidades y conductas execrables que iban a cometer?

- ¡He dicho que basta ya¡ - la Dra.Gina no podía contenerse.- ¿Por qué no piensas en todo lo contrario, en darte una oportunidad a ti mismo? Podrías ser un músico famoso, un excelso violinista, un pianista al que aclamarían en todos los auditorios del mundo. Un atleta, un prodigioso  futbolista que levantara  pasiones en los estadios.

Aunque me gustaría más que fueras un científico que descubriera vacunas que salvasen a la humanidad; un médico, un escritor , un gobernante que dirigiera su país con inteligencia y ecuanimidad y rompiera las barreras entre ricos y pobres. Que tuvieras cualquier ocupación u oficio; todo menos ser una lacra para tus semejantes  y te arrepintieras de no haber sido un hombre de bien.

- ¡Bravo, doctora, bravo¡ Un ejemplarizante discursito- en esa paranoia que la embargaba resonaron en su mente aquellas palabras del desconocido ente.

- ¡Escúchame bien y respóndeme con la verdad¡ ¿Por qué corriste más que nadie para alcanzar el óvulo femenino si no tenías intención de fecundarlo?

Has malogrado el esfuerzo de los demás espermatozoides que sí estaban dispuestos al nacimiento de un niño.

- Recapacité y llegué a la conclusión de que sería un error traer a este caos de mundo un nuevo ser para que fuera otro desgraciado más.

- Pues mira lo que voy a hacer; voy a tomarte con la pinza y te introduciré en el óvulo quieras o no.

- Y yo me inmolaré, y adiós niño; así de sencillo.

- No puedes hacerlo,  lo sabes.

- Ése es un aspecto que la ciencia médica desconoce, se lo aseguro.

- Tengo métodos propios para lograr nacimientos imposibles que desconoces.  Por eso acuden a mi consulta tantas pacientes cuya meta en su vida, su fin supremo, es ser madre, lograr el gran milagro de la Vida: engendrar un nuevo ser.

Con tu egoísta decisión haces inútiles tantos sacrificios y esfuerzos de Laura, echas por tierra su gran razón para seguir viviendo. Me gustaría que sintieras el latir de su corazón, que vivieras el  infinito amor que como madre derramaría sobre ti. Que pudieras ver, mover brazos, piernas y poseer una  mente para entender y comunicarte con tus semejantes y así cambiar el mundo, hacerlo más habitable y generoso.

Pero no; te escudas en una irracional cobardía y falta de responsabilidad para quejarte a ultranza, echar a culpa a los demás de cómo está  mundo que tanto aborreces. Sin decidirte a entrar en acción y tratar de remediar lo que estuviera en tu mano. Eso eres tú: un cobarde irresponsable.

La Dra.Gina dejó de mirar por el microscopio para aliviar sus ojos con lubricante ocular  tras su largo y paranoico diálogo sin saber con quién.

No sabía qué pensar, aquella absurdidad la sobrepasaba. Cuando observó de nuevo por el visor, la escena, para su sorpresa,  había cambiado. Le costó creerlo,  pero el gameto masculino estaba dentro del óvulo de Laura. El proceso para engendrar una nueva vida, estaba en marcha. La Doctora respiró aliviada.

 

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La doctora Gina regaba las flores de la  terraza al tiempo que rememoraba la época en que ejerció su labor en el Hospital. Ahora disfrutaba de un merecido descanso tras tantos años de docencia e investigación en el campo de la Reproducción Humana Asistida. Le vino a la memoria la cálida y afectuosa despedida que le dedicaron  sus colegas de profesión y multitud de amigos que hicieron patente con su presencia y sus abrazos la inmensa estima y reconocimiento que le profesaban. Como siempre, una intensa emoción la embargaba y unas tibias lágrimas humedecían sus ojos al recordarlo de nuevo.

Fueron años de intenso trabajo en el campo de su especialidad;  de logros y algún fracaso pese a su incansable entrega y entusiasmo. que le depararon grandes satisfacciones personales y profesionales.

Emotivos recuerdos a los que acudía para seguir pensando que todavía estaba allí, en las aulas con sus alumnos y pegada al microscopio investigando.

En esta evocación surgía siempre el extraño diálogo que mantuvo con aquella voz que resonaba en su cabeza y parecía proceder de aquel gameto masculino  que  podía ver a través del microscopio.

Un suceso inexplicable e insólito, inverosímil a todas luces, del que siempre estuvo convencida de que no fue un desvarío de su mente, una ensoñación, sino un hecho  real.

El timbre de la puerta la devolvió al momento presente. No recordaba que tenía una visita. La de un afamado doctor que solicitó una entrevista con ella y  cuyo nombre había olvidado.

Era un hombre alto y de aspecto distinguido. Nada más pasar el dintel de la puerta la miró de un modo tan significativo y  especial que una desconocida y profunda emoción se apoderó de ella.

La mirada de aquel desconocido era tierna y acogedora, destilaba paz y una luz enigmática e intensa brillaba en sus ojos provocándole sensaciones desconocidas.

Fue a decir algo, pero  el hombre tomó sus manos y las besó tiernamente,

- Quien.. es …usted…quien es…- balbuceó cuanto apenas la doctora Gina.

Las voz del hombre sonó dulce y melodiosa.

- Soy, mi querida doctora Gina, aquel niño que no quería nacer…

 

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