domingo, 23 de enero de 2022

DO -RE-MI

 

 

Un estridente cornetín dio el toque de llamada a todos sus compañeros.

- ¡Eh, amigos, despertad! ¡Vamos, arriba!, ¡Tenemos visita!

Un instante después los instrumentos de aquella tienda de música escrutaban al recién llegado.

- Es un cliente – informó una marimba.

- Y viene a comprar a alguno de nosotros –especificó el clarinete-.

El revuelo que se armó entonces fue infernal. Cada cual empezó a gritar con todas sus fuerzas y a discutir con sus vecinos quién de todos los presentes sería el elegido por aquel aficionado a la música. Unos ensalzaron sus propias virtudes sobre las de los demás y defendieron sus derechos a ser elegidos. Otros, atropellaron violentamente a sus oponentes imponiendo su primacía a la fuerza. Y algunos, los más humildes, contemplaron la acalorada discusión sin mezclarse en ella, confiando en que se destrozasen mutuamente y callaran de una vez.

Pero el barullo no tenía aspecto de acabar nunca. La revolución musical se incrementaba por momentos, desaforada y estruendosamente.

En medio de la algarabía sonó de pronto la paralizante voz del gong.

- ¡Quietos todos!

        Como por ensalmo, la lucha instrumental cesó. Los nervios fueron aplacándose poco a poco.

- ¿Es que nos hemos vuelto locos? –siguió el gong- ¿Por qué discutimos? El Simple hecho de pelearnos no va a predisponernos a una elección más favorable por parte del comprador.

- Tienes razón –otorgó un oboe- pero una cosa es rivalizar cordialmente y otra es avasallar como hacen algunos.

- ¿Quién empezó todo esto? –quiso indagar  el fagot.-

- Ha sido esa cursi y creída mandolina la que me ha insultado primera.

- ¡Cállate, gordo y tripudo trombón!

Para suerte de la mandolina, el furibundo trombón fue sujetado por dos robustos timbales.

- Está visto que no podemos entendernos en paz.

- Desde luego, amigo saxofón, desde luego. No reinará la concordia entre nosotros a menos que los grandes dejen de hostigar a los menores.

- ¿Qué insinúas, mequetrefe de  caramillo? –amenazó un bombo gigantesco-.

- ¡No te metas con el pequeño y atrévete conmigo! –salió en su defensa un macizo contrabajo-

        Un violoncello puso orden entre ambos.

- Estimados amigos, bien está el que no peleemos y dejemos de maldecir y difamar los unos a los otros. Pero no obstante, quiero que quede bien claro y reconozcáis que yo, el piano, soy el rey de todos los instrumentos. Y que la música, la más inmaterial de las artes, tiene en mí al ejecutante más solícito y perfecto, sin que haya nadie capaz de hacerme sombra.

- Vanidad no te falta – apuntó la tuba.-

- Si fuera vanidad el decir la verdad, los hombres sinceros serían presuntuosos y vacíos como pavos reales. En este caso, mi superioridad es manifiesta en todos los sentidos. Mi escala musical es la más extensa. Las partituras más difíciles parecen hechas a mi medida, no hay ninguna que se me resista. Los más celebrados músicos de todos los tiempos han movido mis teclas para escribir las más inspiradas piezas. Si yo no existiese –recalcó el piano- la música no sería un arte tan excelso.

- Nuestro primo tiene razón –corroboraron unas pianolas y unos armonios- De él hemos heredado valiosas virtudes que son nuestra prez y nuestra honra.

- ¡Pero no olvidaros de mí! –bramó majestuoso el órgano- Soy el de mayor tamaño, y la calidad y riqueza de mis variados timbres no tienen parangón. Además, he dedicado toda mi vida a la música religiosa y sacra en Catedrales e Iglesias.

- Sí, aunque últimamente te has vuelto muy ye-yé tocando en los conjuntos musicales –ironizó una ocarina-

- Mujer, los tiempos cambian, hay que modernizarse –justificó-

- Amigos piano y órgano –se oyó una suave y tierna vocecilla- Os quedaríais solos enumerando vuestras ventajas sobre los demás compañeros de estantería sin tenerme en cuenta. Mucho órgano, mucho piano, organillo por aquí, pianola por allá… Pero decidme, ¿quién de todos hace la música más dulce y apasionada, la que más arrebatadoramente entra en el corazón? ¡Yo! –clamó victorioso un elegante Stradivarius- Pero no alardeo tanto como vosotros. Soy noble de nacimiento y mis cualidades artísticas tienen aval inagotable. Puedo hacer que las gentes lloren con una melodía quejumbrosa de mis cuerdas o que bailen alegres al son de tonadillas desenfadadas. Mi presencia es insustituible en conciertos, audiciones, sinfonías… Soy, sin duda, el instrumento del corazón, el que hace brotar la música del alma, el que consigue la entonación más sentimental y enternecedora. Si no me hubieran inventado, la música carecería de espíritu, de romanticismo, no tendría sentimiento.

- ¡Muy bien dicho!, ¡Así se habla! –palmoteó una viola-

        Dos flamantes y relucientes trompetas soltaron sonoras carcajadas.

- Eres realmente gracioso, violín –dijo una de ellas convulsionada por la risa- ¿Realmente crees que serás tú el preferido? ¿Sí?  ¡No me hagas reír! Hoy día no se estila lo romántico, ya pasó a la historia. Eres el exponente de una música decadente, para viejos. ¿No te das cuenta que estás desfasado, completamente fuera de lugar?

- Fíjate en nosotras. Somos jóvenes, alegres, cantarinas, vivaces… Nuestro ritmo mueve al auditorio más indiferente y es puro caramelo para el oído –concluyó la otra-

Por unos momentos se miraron todos, expectantes, sin saber qué decirse. En eso, una figura salió de entre unos carillones y xilófonos. Una coqueta y perfumada guitarra, de adorable estampa luciendo descaradamente una cejilla, se encaró a la multitud.

- Con que no os ponéis de acuerdo, ¿eh? Ya podéis ir desechando absurdas pretensiones porque ese hombre va a escogerme a mí. Aunque tal vez no me toque él, quién sabe si no seré un regalo para alguno de sus hijos. Lo cierto es que no podéis competir conmigo. No soy pesada como el piano, ni estruendosa como el trombón. Ni tampoco difícil como el violín. Soy de transporte ligero y de armoniosas y vibrantes notas. Poseo una gran ductilidad para la enseñanza; todo el mundo aprende pronto a tocarme. Y tengo a ese caudal inmenso que es la juventud a mi favor, cada día son más mis adeptos. Soy el instrumento del presente y del futuro, el que siempre perdurará. La popularidad es mi mayor ventaja sobre todos vosotros.

        Y la mayoría miraba a la hermosa y pizpireta guitarra con cierta escondida envidia.

- ¡Eso, eso! –brincó alborozado un laúd que suspiraba en vano por su amor.

Un arpa, acompañada de una menuda lira, contemplaba todas estas escenas con aire de triste preocupación.

- ¡Qué espectáculo más denigrante!, ¡Qué bochorno! –dijo encarándose a los poderosos- Sois unos egoístas que ni tenéis caridad ni ningún sentimiento bueno por el prójimo. Sólo pensáis en vosotros mismos, buscáis la manera de prevalecer como sea sin importaros la suerte de los demás. Os creéis que sólo existís vosotros, que la madre música nació ex profeso pensando en los grandes instrumentos. ¡Cuánto erráis! ¡Cuán ciegos permanecéis ante la verdad de la vida! ¿Acaso el hombre antes de crearos no cantaba ni producía música? ¡Claro que sí! Y lo hacía de la manera más sencilla, utilizando el pandero, la flauta, el tamboril, la dulzaina… Era una música sencilla, con todo un añejo sabor primitivo libre de complicaciones y costumbres malsanas. Ellos fueron los orígenes de todos vosotros, y les debéis respeto y obediencia. Porque en los humildes está la verdadera fuerza, el ejemplo de una vida recta que pasa muchas veces desapercibida. Ahí están las castañuelas, las bandurrias, los platillos, el bongo, la armónica y otros muchos.

- Eso es hablar con sabiduría –rezongó el acordeón con rápido movimiento de fuelles.

- ¡Viva la paz! –coreó una gaita.

- ¡Atención! ¡Atención todos! –redobló con fuerza la batería- ¡Viene el dependiente!

        Había llegado el momento crucial. Todas las dudas iban a disiparse. El empleado se acercó buscando con la mirada. Nadie respiraba. Las cuerdas estaban tensas y los tubos de metal sudaban copiosamente. Las teclas yacían como muertas. ¿A quién compraría? ¿Al grandilocuente piano? ¿Al místico órgano? ¿Tal vez al refinado y culto violín? ¿Acaso a la guapa guitarra? ¿A cuál de ellos?

        Por fin la mano se adelantó. Y cuando todos vieron a quién cogía, más de uno se llevó la mayor sorpresa de su vida. El elegido era.. ¡Un pito!

 

 

 

 

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