lunes, 12 de junio de 2023

Boly, Nita y el Lobo Feroz

 

B  O  L  Y,    NITA   Y   EL   LOBO   FEROZ

 

Nita era una niña que se salía de lo normal. Aparentemente su aspecto era corriente. Tenía una cara redonda, de mofletes sonrosados y esa expresión bondadosa e ingenua que tienen las niñas a su edad. Era más  alta de lo que correspondía a sus años y por ello su figura era algo desgarbada, sus extremidades eran demasiado largas en proporción al resto del cuerpo.

Se podía decir que era agraciada, aunque como todo en ella estaba en transformación no podría decirse si iba a ser guapa o no. El pelo era capítulo aparte, lo tenía verdaderamente bonito, una larga melena de color negro azabache que enmarcaba unos ojos verdes diluidos en un poquito de gris oscuro.  Como contrapunto una graciosa naricilla respingona.

En su casa era la desesperación de sus padres, especialmente de su madre.

No la ayudaba para nada en las tareas del hogar, ni tan siquiera tenía ordenada su habitación. Era una leonera total, casi no  se podía entrar del caos que existía.

Vivian en las afueras del pueblo, en el campo. No ordeñaba las vacas, ni las cabras. Tampoco les ponía heno ni las sacaba a dar una vuelta. Cuando no la veía su padre hasta cogía una piedrecilla y se la tiraba al gato para que saliera corriendo del susto. O entraba chillando en el gallinero para espantar a los gallos y las gallinas.

Solamente comía torta de tomate y bebía leche. Nunca  fruta, era incapaz de probar una manzana, una pera, ni tan siquiera un dulce plátano. Ni comerse un cocido ni un estofado de ternera.

Se vestía con cualquier trapo gastado de sus hermanas mayores y llevaba unas simples zapatillas.

Se llevaba fatal con sus hermanos,  se volvía como un puerco espín, no podían acercarse a ella.

En el colegio era también un caso muy singular. No obedecía a los maestros; desobediente,  iba a su bola sin prestar atención en las clases. Según un test que le hicieron era  inteligente y lista pero  no le daba la gana de saber más que lo justo para que no la echaran del colegio.

Sus padres habían ido muchas veces a hablar con los profesores, hasta incluso con el director del colegio, que les puso al corriente de la actitud pasota e indiferente de su hija Nita. No se identificaba con ninguna compañera de clase, no tenía amigas ni participaba en los juegos comunes en el patio. Poco a poco la fueron dejando de lado. O quizá fue ella la que se fue a un rincón sin querer saber nada de nadie.

Después de las entrevistas con el director los padres le armaban la marimorena, qué iba a ser de ella el día de mañana, ningún chico se le acercaría y cosas por el estilo.

Nita asentía a todo prestando mucha atención pero como si nada. Luego todo seguía igual.

………………………….

Como todas las noches después de comerse su pedazo de torta y beber su leche, se fue a la orilla del río que pasaba por allí. Sus padres no querían que fuera a ese sitio. A veces rondaba algún extraño y podía darle un buen susto. Como a Nita el extraño le traía sin cuidado la asustaban diciéndole que merodeaba un lobo hambriento que se había comido un gallinero entero. Y era cierto  Pero también el feroz cánido le preocupaba un comino.

Así que se sentó en la orilla y se puso a mirar el discurrir del agua. De vez en cuando saltaba alguna rana y chapoteaba en el agua salpicándola.

Pero lo que más le gustaba era ver las estrellas. Cuantas veces quiso contarlas no pudo. Eran bonitas. Y brillaban en la negrura del cielo. Parecían iguales pero Nita descubría una intensidad diferente en cada una de ellas. Se embobaba  y terminaba con dolor de cuello al mirarlas tanto tiempo con la cabeza levantada.

La luna se reflejaba en el río. Y hasta las estrellas, de tan tranquila que era la corriente. Por eso vio tan claramente la cara del lobo que estaba a su lado. Tenía una cabeza grande y los dientes le sobresalían de la boca.

Nita no se asustó.

- Hola, lobo. – le dijo tranquilamente.

El animal abrió su boca para dar un gran bostezo y no se supo si fue por aburrimiento o por hambre.

- Siéntate conmigo, lobo. Siempre estoy sola y me vendrá bien tu compañía. Mira hacia arriba. Te presento a Orión, a Pegaso, a la Osa Mayor, a la Menor,  a todos los habitantes del Cielo. Mira  qué bonitas son las estrellas, no hay nada igual.

El lobo apoyó sus patas traseras en la hierba y miró hacia el infinito. Sus ojos se le agrandaban por momentos.

Ciertamente formaban una estampa de lo más insólita. Una inocente niña y un enorme y pavoroso lobo, extasiándose en la contemplación de los astros. Nita acariciaba la cabeza del lobo y éste gruñía complacido.

Y si aquello era sorprendente todavía lo fue más aquel resplandor  que surgió ante sus ojos y les vino a su encuentro.

Era una bola gigantesca de color anaranjado y cayó justo al lado de donde estaban. Todo fue tan repentino que no tuvieron tiempo de sobresaltarse.

Descubrieron un hoyo muy hondo del que salía humo y olía a chamuscado.

Nita  y el lobo se asomaron y oyeron unos gemidos.

- Ayudadme a salir de aquí – sonó una voz allá abajo.

Nita alargó la mano a tientas, tenía medio cuerpo dentro del hoyo mientras el lobo la sujetaba del vestido con los dientes.

Al dar con algo que parecía una mano tiró con todas sus fuerzas hacia arriba. El lobo también hizo un gran esfuerzo, y al fin consiguieron sacar aquello a la superficie.

Lo que vieron les dejó boquiabiertos. Era una mezcla de gallina Caponata y Espinete, aunque  no tenía una forma bien definida, era algo raro y soltaba chispas de colores. Tenía un tamaño parecido al de la niña.

- Hola – dijo aquella cosa- me llamo Boly y vengo de un sitio muy lejos.

Quiénes sois vosotros?  No os parecéis en nada.

- Me llamo Nita y él es un lobo. Cómo has venido hasta aquí? Eres un marciano?  Menudo susto nos has dado.

- No sé qué es un marciano. Vengo de Perolandia, y  me he ido de casa, ya no quiero vivir más allí. 

- Qué tontería, irte de casa, con lo bien que se está, tus padres siempre pendientes de ti.

- Me he ido porque soy pequeño y nadie me hace caso, por más que hablo no me escuchan. Y porque soy muy feo, soy horrible.

Nita y el lobo lo miraron detenidamente. No se parecía en nada a ellos, desde luego. Tenía dos ojos que según movía la cabeza en qué dirección se tornaban en cuatro, o en seis, era curioso. Cada uno de un color distinto. Vistos uno a uno eran bonitos, brillaban. Las manos eran como manoplas y tenía dos orejas, eso sí.

- Decidme dónde estoy –preguntó Boly- me subí al cohete y salió disparado sin saber adónde iba.

- Estás en la Tierra, donde vivimos el lobo y yo; bueno, mi familia y todo el mundo –explicó Nita

- Pues está todo muy oscuro, no sé si os habéis dado cuenta.

- Eres bobo, no ves que es de noche?

- No sé qué es la noche, y qué es un bobo. No entiendo nada de la Tierra

Nita se armó de paciencia y le puso  al corriente poco a poco de cómo era todo;  que cuando estaba oscuro se llamaba noche y cuando había luz era el día. Y que un bobo era alguien que no se enteraba de las cosas.

- Pues en Perolandia siempre hay luz, nunca es de noche. Y no soy un bobo, estudio el quintenio y pronto el sentenio.  Conozco los espacios siderales, las cuadraturas de los círculos y los alipios de Marte. Y llevo analizado el quasar de Andrómeda. Y las matemáticas de triple factor no tienen secretos para mí.

- Vaya palabras que te gastas –se decidió a hablar el lobo- nos has dejado a cuadros.

Y soltó una risita entre sus fauces. Pero se había hecho muy tarde y Nita y el lobo escondieron a Boly en el mismo agujero cubriéndolo con ramas prometiéndole volver a la noche siguiente.

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La noche después encontraron a Boly fuera del agujero y apenas los vio les dijo que tenia mucha hambre, que le trajeran algo. Así que Nita consiguió de la nevera  lo que pudo; una manzana, dos peras. un plátano y restos de alubias con chorizo y medio plato de macarrones que habían sobrado.

Al pequeño Boly le salio de la cabeza una especie de bandejita y depositó allí  los alimentos; primero las alubias, luego el plátano y después lo otro.

Y conforme le entraban los alimentos se oía como una especie de musiquita, era de lo más curioso.

- Mmmm, nunca he comido nada tan delicioso, en Perolandia no tenemos esta comida tan sabrosa. Quiero más, traedme toda cuanto podáis.

- Ahora es muy tarde, Boly, mañana volveré a  traerte más, vale?

- Y vosotros, qué estudiáis? Ya sabéis matemáticas y aritmética, historia, habláis en varias lenguas como yo? 

La niña y el lobo se miraron sin saber qué contestar, pero el lobo dijo:

- Yo soy un lobo y los lobos nunca fueron a la escuela, de pequeños nos enseña nuestra madre a obedecer al jefe de la manada y a cazar conejos y liebres, perdices, y todos aquellos animalillos que pueden servirnos de sustento. A buscar agua y sobre todo a resguardarnos del hombre que nos considera su enemigo y al que solamente nos acercamos para visitar sus gallineros y rebaños cuando nos aprieta el hambre y no podemos más.

Boly esperó la respuesta de Nita. Ésta pensaba la contestación. 

- Voy a la escuela y aprendo cosas.

- Qué son cosas?

Nita bajó la cabeza. No supo decirle las cosas que sabía. Y Boly entendió.

- No tienes estudios, Nita, no sabes lo que hay que saber. Las demás niñas estarán más adelantadas que tú, verdad?  No conoces las  Matemáticas, la Gramática, y  no hablas idiomas, a que no?

Nita estaba avergonzada. En pocas palabras le había dicho que era una ignorante. Y eso le dolía.

- Nita, no quise ofenderte, nadie nace enseñado. Pero hemos de aprender muchas cosas para valernos por nosotros mismos y movernos por este mundo tan complicado y ser útiles a los demás. Pero podríamos hacer una cosa, Nita: te enseñaré las cosas que no sabes y yo aprenderé a cocinar las comidas tan sabrosas que me traes, vale?

A Nita le gustó la idea y al día siguiente la pusieron en práctica. Boly demostró ser un maestro tan bueno y paciente que la niña sin darse cuenta fue adquiriendo los conocimientos que no había asimilado en la escuela.

En el colegio armó la revolución, fue el asombro de los profesores. De repente Nita sacaba muy  buenas notas y nadie encontraba explicación a este hecho tan singular. Cuando salía a la pizarra dejaba a sus compañeros con la boca abierta. Y estaba siempre tan contenta que formaba parte de los corros de los demás niños, era la primera en apuntarse a los juegos.

En casa su madre no podía dar crédito a aquel cambio. Se ocupaba de los animales del establo, ordeñaba las vacas y cabras y las sacaba al prado. Y, lo más sorprendente,  le entraron de repente ganas de aprender a cocinar y apuntaba todas aquellas recetas que su madre guisaba para ponerlas en práctica; hacía  tortilla de patatas, freía calamares, pollo al chilindrón, poco a poco adquirió práctica.

Pero ocurrió un hecho sorprendente: por primera vez en su vida Nita probó y degustó todas aquellas comidas que hacía su madre. El causante fue Boly;  le gustaban tanto las comidas que la niña le llevaba y se relamía tan a gusto, que Nita sintió curiosidad y luego envidia viéndole comer. Comprendió cuántos sabores y cosas buenas había pasado por alto.

Pero también el lobo se benefició de las enseñanzas de ambos. Aprendió Álgebra, Sintaxis,  inglés, y nociones de francés,  hasta cómo hacer un rico ajoaceite y un bizcocho.

Formaban un equipo muy compenetrado y las horas que estaban juntos pasaban volando. Pero a Nita algo le daba vueltas y se lo dijo a Boly.

- Y tú, Boly, por qué te fuiste de tu planeta abandonando tu casa? 

- Ya os lo dije; soy muy pequeño, todos me avasallan y nadie me hace caso. Además, miradme, no veis lo feo que soy ?  Horripilante.

- Boly, tienes alguna foto de tu familia? Me gustaría conocerlos.

- Haré algo mejor que enseñaros una foto. Mirad……

De uno de sus ojos salió  un rayo de luz y apareció como una pantalla de televisión gigante en 3D, daba la sensación de que formaban parte de la escena. Nita y el lobo vieron imágenes de Boly con su familia. Eran unos seres muy altos, de colores fosforescentes y extremadamente hermosos y fantásticos. Desde luego Boly tenía razón, era muy pequeño a su lado y nada agraciado en comparación con sus progenitores y hermanos.

Nita se dio cuenta enseguida por la situación que pasaba Boly.

- Boly, creo que ya sé por qué eres tan pequeño y te ves tan desagradable.

- Sí? No me digas……

- Es muy fácil saber por lo que estás pasando. Sólo contéstame a una pregunta, Boly: cuando naciste tus hermanos eran tan grandes como ahora?

- Sí, claro, eran así de altos y bien formados, y yo era una birria a su lado, aunque ahora no soy tan pequeño como entonces.

- Pues ahí está la clave de todo, no te das cuenta? Tú eres como el protagonista de un cuento que me leían de pequeña y se llamaba “El patito feo”. Era muy pequeño y negro, no llamaba la atención para nada. Y cuando creció se convirtió en lo que era, un bellísimo cisne que causaba la admiración. Así, Boly, conforme pase el tiempo, te harás alto y atractivo como tus padres y hermanos, lucirás esos colores tan brillantes y sorprendentes, y tendrás sólo tres ojos y no cinco o seis como ahora. Y tus piernas serán más largas y tus manos más grandes y tu voz más bonita.

No eres feo, Boly, serás guapo y causarás admiración. Ahora estás creciendo, tienes que pasar por esta etapa.

- Quieres decir que dejare de ser pequeño y con seis ojos? Que tendré los colores de mis hermanos?

- Claro, Boly, ya lo verás.

El rostro se le iluminó de repente al pequeño perolandio y  algo que parecían lágrimas asomó por sus múltiples ojos.

El lobo, que había permanecido callado todo el rato, apoyó una de sus patas en Boly y con afecto le dijo:

- Quiero que sepas, Boly, que eres lo más de lo más, nunca conocí a nadie tan increíble como tú. Eres gracioso, leal, ocurrente, divertido, y aun siendo pequeño y con seis ojos resultas bonito y atractivo, de verdad.

- Gracias, lobo, tu sinceridad me conmueve. Me gustaría que conocieras mi mundo, allí no tendrías que  perseguir conejos ni gallinas.

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Después de pasado un tiempo, llegó la hora de separarse. Había sido un tiempo  de diversión, de sorpresas, pero también de aprendizaje y sobre todo de feliz y afectuosa amistad.

Nita aprendió a través de Boly y el lobo a relacionarse con los demás abandonando su individualidad y participar de lleno en su vida familiar.

Boly recuperó la confianza en sí mismo y se dio cuenta que no importa el tamaño ni el físico de cada uno, que lo primordial es lo que llevamos dentro y compartimos con los demás.

El lobo descubrió que estaba a gusto con los humanos y tenían buenos sentimientos y que existían seres y  mundos  tan extraordinarios como Boly

 

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Todavía Nita sigue mirando las estrellas cada noche. Queda extasiada por tanta inmensidad y belleza. Y ella, y nadie más que ella, es capaz de oír el aullido de su inolvidable y querido  lobo que le llega desde el otro rincón del universo.

Y una lágrima más  dulce que la miel resbala por su mejilla sonrosada….

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

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